HISTORIA

Olga Román Amaya

Nació en Guatemala, el 24 de octubre de 1930.  Hija de Joselino Román Pinto, originario de Comitán, Chiapas, y Amelia Amaya Natarén, originaria de Guatemala. Su infancia la transcurre en Tapachula y su adolescencia en Tuxtla Gutiérrez.
En 1947 se traslada a La Trinitaria para trabajar como Maestra Rural en el Barrio Los Ocotes donde tiempo después contrae nupcias con Gilberto Gómez López el 14 de febrero de 1948.
De esa unión nacen: Bertha Eugenia, Zoila Violeta, José Luis, Gilberto, Jorge Alberto, María del Rosario y Olga Rocío.
Quienes a su vez llenan de felicidad su vida regalándole catorce nietos: Rosa María, Carlos Alberto, Daniel, Manuel Ángel, Mario, José Luis, Gilberto, Olga Luz, María Teresa, Georgina, Andrea, Jorge Alberto, Carolina y Hortensia.
Las bendiciones abundan en su vida dándole más años para conocer a sus dieciséis bisnietos: Alejandro, Ramón, Manuel Ángel, Emilio, Samuel,  Daniela, Erick, Ayaleth, Valentina, Camila, Carlos, Luz Sofía, Pablo, Fabia, José Luis y María Luna.


CARTA A OLGA ROMÁN EN SU OCTOGÉSIMO ANIVERSARIO

El cumplir ochenta años no es fácil, el reunir a la familia tampoco, el hablar de los 80 años de mi madre, menos. Para todos nosotros, la familia Gómez Román, representa un momento inolvidable el poder hacer un pequeño homenaje a nuestra madre, abuela y bisabuela. 
Además de reunirnos en torno a esta fecha tan significativa, hemos querido hacer una recopilación de sus mejores recetas de cocina, ha sido muy difícil decidir cuáles son, porque todas son insuperablemente deliciosas. 
La vida de los que formamos parte de esta familia se ha visto llena de recuerdos, de esos sabores de la cocina de mamá Olga. Quien no ha saboreado las delicias preparadas por las manos de nuestra madre, no se ha deleitado con los aromáticos tamales de mole —ese mole tan inigualable que haces—, de chipilín, de cambray, pitaules con agua de chile; el chorizo, butifarra, lomo y chiles rellenos, costillitas, cocido, olla podrida, hojuelas, etcétera. Podría seguir hablando de todas estas comidas y antojarlos.
Mis hermanos y yo crecimos entre olores de brasas, té, café, leche, chocolate, panes, carnes, tortillas, frijoles, queso, tostadas, todo esto y más, aderezados con cuentos y leyendas ofrecidos también por ella, mientras nosotros permanecíamos sentados alrededor del fogón.  
Esos momentos, madre, que recuerdas y quisieras revivir, el vernos a tu alrededor, a nosotros, tus niños, a estos hijos que alimentaste no solamente para satisfacer una necesidad básica sino el verdadero alimento, eso que nos diste y nos ha nutrido por tantos años, tu amor. 
Con tu paciencia, tu entrega y tus cuidados, ese alimento espiritual nos formó y nos hizo hombres y mujeres de bien. Ese alimento que está dentro de nosotros y nosotros transmitimos a nuestros hijos y ellos a su vez a sus propios hijos: el amor.
Siempre hiciste magia. Tienes la virtud de hacer rendir la comida para todos y de transformar algo sencillo en una delicia. Tu cocina y tu mesa se han visto llenas no solamente de alimentos, sino de muchas risas, alegrías, tristezas, sueños, proyectos, regaños, felicitaciones, así también se ha llenado de nuevos miembros de la familia, quienes sin duda han disfrutado ese sabor y calor de tu presencia.
Las mujeres de tu familia hemos sido afortunadas al haber heredado el sazón y gusto por la cocina, y es nuestro deber transmitirlo a nuestros hijos e hijas y mantener esta tradición que es tan tuya.
Es para nosotros, una gran satisfacción compartirles algunas de las recetas de nuestra madre, esperando se sigan conservando a través del tiempo y de generaciones estos olores y sabores de Olga Román Amaya. 
Para ti mami, con todo nuestro amor.

Tu presencia y cariño me acompañarán siempre.

Rosario Gómez Román.
Octubre del dos mil diez.





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